7 abr 2005

Después de una tarde de Formakuntza, se me ha ocurrido esta reflexión

LA ESCUELA, LA PARADOJA

Empecemos con lo que ya sabemos. Basándome en los ensayos de Alvin Toffler, se puede afirmar que el modelo actual de sistema educativo se implantó hace menos de 300 años, coincidiendo con la revolución industrial. Toffler llamaba a este fenómeno “ola” y era la siguiente después de la agrícola, que unos milenios antes había cambiado la sociedad humana. Después de la industrial ha llegado, o está aún llegando para ser más exactos, la tercera ola, la tecnológica, pero de esa volveremos a hablar más adelante. Como decía, con la industría llega la necesidad de llenar fábricas y minas de obreros medianamente cualificados que atiendan a tres principios básicos necesarios para funcionar dentro del sistema ecónomico: Puntualidad, Obediencia y Rendimiento, POR de ahora en adelante.

La puntualidad era necesaria para el duro trabajo de extracción y explotación, para los cambios de turno y el aprovechamiento de todo el horario. En la ola anterior, el campo y el ganado se trabajaban sólo en las horas de luz, pero en este mundo sucio del carbón y el metal, se puede trabajar a cualquier hora, así que se inventó una sirena que marcaba las entradas y las salidas, los cambios de turno y de actividad. La Obediencia a los jefes y capataces era de obligado cumplimiento, porque se debía responder a los designios de quien mandaba, de los que ordenaban los turnos y repartían las tareas, aunque eso supusiera un esfuerzo y una entrega que a veces acortaba la vida de esos obreros. El Rendimiento era lo que movía la economía, la industría, y en último término hacía avanzar el mundo civilizado que se empezaba a despegar del otro mundo agrícola más atado a ritmos estacionales o diarios, un paisaje industrial más rico, y más cercano a lo que nosotros hemos conocido, y que respondía a la máxima esa de “más trabajo, más rendimiento, más beneficios”. El POR empezaba su dictadura.

En ese contexto, la escuela era del todo necesaría porque desde muy pequeños inculcaba esos tres principios básicos en las tiernas cabecitas de los futuros obreros. Hasta esa fecha la educación se hacía en la familia, y sólo una elite tenía acceso a la enseñanza reglada. Recuerdo que mi padre me contaba que en los años 40 y 50 del siglo XX, aún les decían en la escuela franquista que con las cuatro reglas que aprendían en la escuela(nunca he sabido cuáles eran), podían llegar a dominar un oficio y ser ricos y poderosos. Pero retrotrayéndonos a un par de siglos atrás nos es fácil imaginar la escuela de entonces porque el modelo rector de la nuestra puede que no difiera mucho de aquella. Tenemos un timbre para entrar, salir y cambiar de actividad, y ya no es una sirena sino las 5 notas de “Encuentros en la Tercera Fase”, una peli muy futurista. Tenemos un rendimiento expresado en un boletín trimestral que resume cuál ha sido el esfuerzo y cuál el resultado, si se merece el jornal o se ha vagueado, y al final del ciclo hay un título que posibilita el paso a otro sistema con más posibilidades de mejora y ascenso en la escala social. Tendríamos que tener una obediencia del alumnado hacia el profesorado pero ahí la cosa está ya haciendo aguas aunque no ha sido así hasta hace muy pocos años; y aún así y todo, tenemos un reglamento interno que marca la disciplina y los castigos que se imponen por su incumplimiento, una especie de mandamientos cuya transgresión trae consigo el cese de actividad o la expulsión de la fábrica..., perdón, quise decir de la escuela o instituto. El POR mantiene su mandato pero con graves fisuras.

Tenemos un modelo educativo industrial para un mundo que está a caballo entre esa ola y la siguiente, la tecnológica, un verdadero tsunami que viene a cambiar la sociedad y el mundo de arriba a abajo. Y cada vez que llega una nueva ola, tal y como ocurre en la orilla, o se sabe surfear y aprovechar su fuerza, o nos quedaremos anclados en la ola anterior, que tal vez no era mala, y que ha hecho avanzar mucho el planeta (no se sabe hacia dónde, eso sí), pero que se va a ver superada por la que llega con una fuerza imparable, con el Primer Mundo a todo trapo, valga el simil marinero. También podemos hacernos los resistentes, y hacer una verdadera insumisión a semejante locura de olas pero para ello tendremos que tener al menos tanta fuerza como la de la onda que nos viene. Pero seamos optimistas... pasemos de párrafo.

Analicemos qué características tiene esa tercera ola y qué podemos aprovechar de ella para hacer de nuestro modelo educativo algo más válido y más ajustado a los tiempos de lo que es hoy en día. No he escrito “más útil”, porque entonces surgiría la insidiosa pregunta de “útil para qué” y entraríamos en una discusión sobre valores que nos calentaría mucho la cabeza. La escuela industrial cumplía con las exigencias de la ola y buscaba la sincronización, la uniformización, la centralización y la especialización, o sea, todo el mundo estudia lo mismo, en los mismos tramos de edad, se centraliza la educación en grandes edificios, ya sean institutos, escuelas o universidades y después se especializa. La era tecnológica implica según Toffler que haya que educar a los individuos de una manera personalizada, en distintos lugares (hogar, trabajo...) y de una manera actualizada, urgente y permanente, llegando a la desmasificación, la individualización y la reestructuración general del tiempo, o sea, que hemos de cambiar el modelo educativo totalmente.


Y de momento es suficiente... mañana seguiré aportando algo de luz

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