8 abr 2005

La escuela, la sirena y la fábrica

Seguimos surfeando en la paradoja que nos toca vivir todos los días. Esta semana me ha tocado vivir un par de ocasiones donde el modelo actual de escuela chocaba con la circunstancia, con la necesidad del momento. En una clase de 3º de ESO empecé a explicar el aparato digestivo, que según el programa se inicia con cómo comemos y a la vez, cómo descomemos. La clase quedó corta, o mejor, cortada por el altavoz ese de las notas, porque se había generado una dinámica de preguntas y respuestas que requerían mucho más tiempo, y que estaban absorbiendo la atención y el interés de los adolescentes. Me planteé entonces una clase ideal, o sea, cómo explicar el sistema digestivo en vez de en 3 días alternos, en uno sólo, una especie de “monográfico” sobre el tema, y pensé que como es muy difícil mantener la atención de esos 20 chavales y chavalas durante tanto tiempo, tal vez con cambios de actividad la cosa funcionaría. Ya sé que con nuestra organización de tiempo y espacios es soñar pensar en esto, pero soñar es gratis. Se puede empezar la clase con una introducción al tema, seguir con una pequeña discusión sobre la dieta de al menos 20 minutos, continuar con ejemplos de nutrición en vivo, con cómo se alimentan las plantas, mirando las que hay en el laboratorio, o un pájaro, o una lombriz, o un cultivo de bacterias, o el más comilón de clase. Así surgirían comparaciones, se establecerían implicaciones, dudas y certezas. Podríamos seguir con una análisis de chocolates, con una prueba de doble ciego, una degustación para saber cuál es el que más nos gusta y compararlo con el precio que tiene. El último trozo de clase (no pongo tiempo porque eso sería sucumbir a la dictadura de la sirena), visita al hombre “de las tripas”, el muñeco clástico para que vean cómo somos por dentro. Y si la gente no estaba muy cansada de semejante vorágine de actividades diferentes, podíamos hacer un juego de rol sobre anorexia y bulimia. Ya sé que es utópico, pero por comentarlo.... Tal vez ese maratón hubiese sido excesivo, pero seguro que bien planteado, en su justa medida, habría sido una clase que no hubiesen olvidado en mucho tiempo. Eso sí, si cada hora un timbre hace de mi alumnado unos yankis que se levantan al oírlo, no hay nada que hacer.

Hoy mismo ha surgido otra curiosa situación. Están haciendo un eje diacrónico que representa a escala toda la historia geológica y biológica del planeta, y son 15 folios pegados uno tras otro, unos 5 metros de papel. Los grupos de 4 o 5 personas tienen que poner a diferentes longitudes los acontecimientos de nuestra historia natural, que si la primera célula, que si se da la fotosíntesis, que si se extinguen los dinosaurios. Trabajar con un rollo tan largo genera diferentes dinámicas. Un grupo decía trabajar en equipo, pero lo que hacía era que uno medía y ponía las marcas mientras otro redactaba la frase que resume el acontecimiento. Los otros dos miraban porque ya se habían dedicado a pegar hojas o porque iban a pasar a rotulador de colores lo que los otros escribían. Otros trabajaban acontecimiento a acontecimiento, casi unos encima de otros, con dibujos, rotuladores y reglas volando, y todos trabajando en muy pocos centímetros de papel. En otros grupos, sólo trabajaba uno, que se iba cansando e iba siendo relevado por los otros, uno a uno, claro. Y el grupo que iba más adelantado era el de una chicas que se habían puesto de acuerdo en los colores para cada parte del trabajo, y cada una trabajaba una época, una al principio de los 5 metros, otra al final y 2 en medio, y todas se sometían a revisión continua de sus compañeras de mesa. Ese trabajo en red estaba siendo el más fructífero, y la verdad es que visto desde fuera era el más organizado. También hay que contar que son muy buenas alumnas, porque ese tipo de gestión no es soportable por la mayoría. ¿Y a qué viene todo este rollo? Pues a que una de las características de la escuela de la tercera ola es precisamente ese trabajo en red, no con especializaciones, o con grandes lagunas en el trabajo que recuerdan a las obras públicas en la calle fiscalizadas por jubilados, sino con una actitud de “trabajo bien hecho” del que todos somos partícipes y todos podemos ser supervisados por todos.

Sé que generar esas dinámicas en todas las asignaturas resulta cuando menos complicado, pero algún día nos tendremos que liberar de los tiempos estrictos, de las sirenas que llaman al cambio de turno, de la compartimentación del trabajo en una especialización que hace que no nos enteremos de cómo se hace lo que mi compañero hace tan bien, porque yo me dedico a otra cosa. Seguiremos informando.

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